top of page

PERFORMATIVIDAD VIRTUAL

​Algunas reflexiones, antes de que acabe el año pandémico.

¿Qué está vivo en internet?

Vida es una propiedad y un verbo. Se está vivo, porque se tiene vida. La vida se actúa, es devenir permanente y en constante cambio, no se estabiliza y permite entender el paso de los seres en el tiempo. La vida es y deja de ser, no es infinita. Se está vivo a través de un cuerpo y ocupando un espacio. La inmaterialidad puede tener existencia en el pensamiento, pero no puede tener vida a menos que ocurra en el tiempo, pese en el espacio y se transforme en tanto materia.

 

Vida también es una metáfora, pero esa acepción es un problema lingüístico, donde nada pesa y la materia acaba replegándose contra el sentido.  Aunque se vuelve útil, cuando por vía metafórica sustituimos por ejemplo, la vida por una línea. La línea de la vida. Una línea que tiene un comportamiento y que cuando se aplana por completo, se apaga. Vida es estar EN LÍNEA. En primera línea.

 

Internet siempre está encendida, es un gran centro comercial en operación continua, donde el producto principal es el cuerpo deseante del internauta. Resulta paradójico que las interacciones bidimensionales que hacemos en internet, estando “en línea”, tengan un destino tridimensional fuera de ella. Tanto nos sorprende esta posibilidad dialicético-tecnológica, que no dejamos de autoestimularnos con ella. Internet es un conjunto de fuerzas de traslado de materia, por eso permanece en un estado de vida, aunque carezca de esa propiedad; sólo gracias a que moviliza los cuerpos y las sustancias a través del deseo.

 

El deseo es el motor de lo que tiene vida, moviliza la información y los cuerpos. Pero es un motor, que aunque ennoblece al ser humano, también lo hace manipulable. El deseo se crea, se destruye y se transforma; es una coyuntura. Se desea algo cuando se ha establecido sobre ello un valor simbólico. La subjetividad en la que se enmarca el deseo deviene de las palabras ajenas que conforman la cultura.

 

Internet es esa región sin vida, que no obstante se mantiene parpadeando gracias al deseo. Casi todo dentro de internet es un producto del deseo y lo que no, tendría que estar configurado fuera de la cultura, fuera de los implantes que permiten dar valor a una cosa u otra.

 

¿Es eso posible?

 

Una condición de posibilidad para ello, es que lo que ocurra, ocurra EN VIVO, para desactivar el deseo y dejar que la “espontaneidad” aparezca. Y qué significa EN VIVO, sino “en presente compartido”, algo que está en latencia existencial, que palpita al mismo tiempo en quien genera y en quien absorbe la experiencia. EN VIVO significa en TIEMPO REAL, un tiempo que no está en duda y que tiene vida y por lo tanto finitud. En ese encuentro con lo “no planeado” puede habitar una suspensión del deseo, un lapso de incertidumbre que permite no ser un producto, ni pura materia deseante. 

 

La suspensión del deseo se convierte en presencia espectante, se está para experimentar lo que escapa a intereses particulares, para que ocurra algo que detone otra cosa que ignoramos. Y no lo tiene que detonar tridimensionalmente, porque habita en la inmaterialidad y es una detonación presente que tan pronto se produce, deja de ser, pero resuena en los cuerpos que experimentaron “lo mismo”. Como en un gran concierto de rock, pero ocupando la simultaneidad espacio temporal que produce la tecnología. Tal vez ya te sabes el repertorio completo de la banda, pero no sabes la secuencia que te tienen preparada, estás ahí para vivirla y dejarle espacio a la espontaneidad. 

¿Internet es sinónimo de virtualidad?

 

La virtualidad es más que internet. Es asumir que existe “un espacio otro”, donde la experiencia de interacción a través de la red, puede generar novedad y deseo nuevo, a veces incluso, autónomo. Un ejemplo de ello es la construcción de pensamiento colectivo, a través de conversatorios con personas desconocidas que tienen intereses comunes. O las clases en línea. No sabes lo que se va a formular y aunque hay un deseo de que se produzca algo estable e intercambiable, el conocimiento producido oralmente, es una suerte de rizoma casi indomable. Quedan los registros en video, pero esos ya están fuera de la experiencia, ya son productos también.

 

La virtualidad es un territorio habitable y transitable y mientras dura, se genera un paréntesis espacio temporal, muy similar al que ocurre cuando estamos ante un evento de artes performáticas. Cuando acudimos a un performance, no hay un texto o un programa de mano que pueda guiarnos sobre lo que veremos, más allá de conceptos o ideas, pero la experiencia será sintomática si efectivamente ocurrió algo, o si por el contrario, todo se mantuvo estable, sin transformaciones aparentes. 

 

El tiempo real es el signo de la virtualidad

 

El espacio de asentamiento de la señal que hace posible la virtualidad es a la vez material e inmaterial; paradójico también. La electricidad, los fotones, la señal electromagnética son materia. La energía y sus soportes están ahí danzando en un correlato cartográfico, demarcando sitios y permitiendo o bloqueando el paso a las corrientes y los códigos. Pero es un espacio inmaterial en tanto concepto de “estar juntos” de “compartir una región de la pantalla” del dispositivo. Produce sentido territorial y se habita.

¿Y la performatividad?

 

Es también una manifestación que reúne cuerpo, tiempo y espacio. Parafraseando a Maris Bustamante, el performance es radical porque se pronuncia contra la representación y el entretenimiento, apela a la experiencia y su carácter efímero e inestable, no es teatro, no es actuación y no es espectáculo. 

 

La anterior definición lleva a pensar que todo el tiempo estamos performando quienes ”somos”y que basta con hacerlo consciente para convertirlo, incluso, en un material de trabajo. Todo se performa: la condición social, el género, la convicción política, todo ello forma parte de ese espacio de construcción donde todo es devenir.

 

Imagino una analogía para pensar la performatividad virtual. Somos internautas en la carretera de la información (así le llamaban al internet durante los 90s), vamos deambulando, como viendo tiendas o productos en un mercado, algunos se quedan a interactuar, otros más entran a una librería, otros a una biblioteca. De pronto “algo pasa”, todo se detiene un momento y nuestra atención se afina en medio de la distracción que implica comprar. Una persona ESTÁ hablando, en ese INSTANTE, sobre que “afuera es abril”, que estamos habitando un sinsentido virulento, pero que “afuera es abril” y que la poesía lo sabe y que su cuerpo lo sabe; es un recordatorio breve, no es un discurso, podríamos pensarlo como un instante estético. Y por un momento, la subjetividad de una persona, se encuentra con la subjetividad de otra, bajo el compromiso de que lo que está sucediendo importa, que está VIVO. Termina y todo sigue su curso de intercambio sin fin.

 

¿Y el Festival?

Tiene vida propia.

 

En el Micro Festival de Performance Online, estuvimos pensando en todo lo anterior. Vimos edición tras edición pasar “cosas”, vimos pensamiento hecho acción a través de la pantalla. Llegamos hasta los dispositivos de los interesados en “estar” junto con nosotros, experimentando “algo” que no sabíamos qué era, pero era importante y cobraba VIDA dentro del espacio compartido, donde de ambos lados fluye la energía del “contagio”, síntoma de la interacción entre los cuerpos y de la interacción con el arte VIVO.

 

La media noche nos acompañó durante cinco meses. Luego todo volvió a cambiar y seguirá cambiando, eso es lo único seguro y permanente. Lo que sigue ya está aquí y es, continuar. 

 

Gracias a tod@s l@s artistas por tomar el riesgo de meterle VIDA a la RED.

Realmente les deseamos una noche llena de alegría y amor. 

Feliz cambio de número, ojalá sea también, un cambio de ciclo.

Cariñosamente,

Micro Festival de Performance Online

bottom of page